Coronavirus, Aspe y pistoleros
Mucho se ha teorizado en distintos foros y espacios sobre cómo la crisis del Coronavirus cambiará las relaciones laborales en España: cómo se debe regular el teletrabajo, qué hacer con la reforma laboral, cómo blindar los servicios públicos, qué papel debe tener la patronal y los sindicatos en lo que se ha llamado “reconstrucción del país”, etc. Debates que se dan entre académicos e intelectuales, pero alejados de la realidad de nuestros pueblos.

A nivel estadístico, no es ninguna sorpresa que el impacto del confinamiento ha sido terrible para los trabajadores y trabajadoras. Del 14 de marzo hasta el 28 de junio, últimos datos conocidos por la autoridad laboral, se han producido más de 25.000 Expedientes de Regulación Temporal de Empleo en la provincia de Alicante, afectando a más de 130.000 personas. De estos, más de 200 expedientes se han realizado en término municipal aspense, englobando a más de 1.000 personas en los mismos. Tomando por base los más de 5.000 aspenses afiliados en la Seguridad Social y comparando situaciones con los pueblos cercanos, cerca de 4.000 trabajadores y trabajadoras que viven en nuestro pueblo se han visto afectados negativamente por la pandemia.
Las cifras señalan que el tercer sector es el más afectado por los ERTE y la suspensión del contrato, pero la realidad va más allá del comercio y la hostelería. La realidad es que la pandemia ha afectado a toda la clase trabajadora. De distinta manera, pero toda ha sido afectada. Como denunció Comisiones Obreras, casi 1 de cada 5 personas fueron a trabajar con síntomas, el 70% de los trabajadores carecen de medidas de protección de su salud en las empresas, y ojo: la pandemia dispara el consumo de tranquilizantes en los sectores más precarios por el aumento de estrés.
La herramienta de los ERTE ha supuesto un gran esfuerzo de gasto público, pues la prestación del 70% de la base reguladora a todas las personas en un ERTE lo ha pagado la Seguridad Social, no las empresas. Aún así, hemos visto como muchos centros de trabajo han acudido a trampas, engaños y triquiñuelas para seguir defraudando a las arcas públicas y sacar tajada (ERTE fantasma con listas de personal aumentadas artificialmente u obligar a la plantilla a trabajar mientras se cobra la prestación).
Y con razón debates como el futuro del teletrabajo se nos queda algo lejano cuando los derechos laborales básicos son pisoteados continuamente. Pero lo verdaderamente grave no es lo que pasó durante la pandemia, sino lo que pasaba antes. En Aspe El parque Dr. Calatayud, o parque de las palomas como lo conoce mi generación, debería llamarse parque de la explotación laboral por las pésimas condiciones que en algunos de los establecimientos de alrededor hay. Trabajar sin contrato, no cobrar las horas extra ni la nocturnidad, jornadas de más 10 y hasta 12 horas y un largo etcétera.
Tan solo hace falta bajarnos la app de Infojobs, Indeed o Milanuncios para ver cómo se ofertan puestos de trabajo cuyas condiciones son abiertamente ilegales, como 10 horas al día por 900 euros. O episodios tan bochornosos en grandes empresas locales, muy ilustres, como amañar unas elecciones sindicales para que los encargados salgan “elegidos” como representantes sindicales para poder firmar un convenio colectivo de empresa muy por debajo de las condiciones del convenio de sector. Y mejor no hablamos de la uva.
Aspe sigue igual tras la pandemia. Pero igual de mal, claro. Algo pasa en nuestro pueblo cuando diciendo estás cosas, y sin decir el nombre de ninguna empresa, la mayoría de las personas pueden señalar lugares donde esto pasa. Es hora de decir las cosas, porque muchas veces, lo que no se dice no se visibiliza, lo que no se visibiliza no existe y lo que no existe, no supone un problema. En Aspe se explota a los trabajadores, a las trabajadoras. En Aspe hay propietarios, que más que propietarios, son pistoleros. En Aspe hace falta, más que nunca, los sindicatos.
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