19

feb 2015

Dos euros

19 de Febrero de 2015. Maria Del Mar Vicent Garcia

Artículo de Mar Vicent, secretaria de la Dona de la Federación de Servicios a la Ciudadanía de CCOO PV.


itana fue a coger el tren esta semana como venía haciendo todo el curso para ir de Xàtiva a Valencia a estudiar, y se encontró con la ingrata sorpresa de que el precio del billete de ida y vuelta, había variado. Y no era más barato, no. Costaba la friolera de dos euracos más. Tuvo que espabilar, y pedir prestado a la amiga potentada que la acompa- ñaba y  que siempre llevaba dinero de más. Claro que en su casa trabajaban ambos progenitores. En la de Aitana, padre y madre vegetaban en el paro desde hacía demasiados meses, como les pasa a casi dos millones de familias en todo el Estado. Y a ella, el dinero se lo daban con cuentagotas, justo, justí- simo y, desde luego, sin propinas.

Resulta que Renfe de un día para otro, sin invocar IPCs, ni monsergas parecidas, ha hecho desaparecer el descuento de casi el 20 %  que efectuaba por ida y vuelta. De forma sorpresiva y sorprendente ha encarecido considerablemente ese viaje que la mayoría de la  gente hace por pura y dura necesidad y, sólo de vez en cuando, para hacer turismo o correrse una juerga en la capital.

Con dos euros no te compras un coche, ni te vas de vacaciones a Formentera. Cierto es. Pero  es una subida considerable para un billete de tren que pagan diariamente muchas personas  bien porque se ha de ir a trabajar allí donde a uno le contratan, bien porque se estudia allí donde se pueden matricular. Queda poco margen para la elección. Dos euros. Son diez euros a la semana y cuarenta euros más al mes. Sigue quizás,  sin ser una cantidad relevante. Con ella no te haces más rico, pero sin ella sí que eres más pobre. Hoy ya son pobres trece millones de personas en este país, que se dice pronto. Una de cada cinco personas puede cruzar esa raya sin apenas darse cuenta. Entre ellas, los tres millones de personas que trabajan, pero perciben unos salarios tan míseros que no les garantizan escapar de esa categoría, la de pobres, que debería ser un recuerdo prehistórico y no una realidad social que vivimos en cada esquina.

Salarios tan raquíticos, no admiten con facilidad que se les resten esos dos puñeteros euros y por eso  la medida se convierte en un auténtico obús en la línea de flotación de la economía familiar. Pero claro, a Renfe eso le da igual. Han sacado a cambio una flamante tarjeta que venden como una oferta insuperable, aunque lo mejor que tiene, para ellos, es  que les permite cobrar por adelantado lo que viajemos en un mes. Con el cambio, indudablemente ellos ganan y los demás perdemos. Ellos ganan, y los demás pagamos. Pero las cosas podrían ser de otra manera. Hace meses CC OO y el grupo parlamentario de la Izquierda Plural presentaron una proposición no de ley que trataba de conseguir  la creación de una tarifa especial para las personas desempleadas que viajan en tren. Vano intento. Casi todos se pusieron de perfil y la propuesta murió antes de nacer.

A día de hoy, el transporte pú- blico, como otros servicios públicos, no persigue la satisfacción de las necesidades de la gente común. Como el resto de servicios públicos, cada vez es más caro y de menor calidad. El objetivo fi- nal es conseguir que esos trenes destartalados, incómodos y caros sean utilizados por la tropa de los desheredados, mientras que los vencedores, pudientes y remilgados viajen en coche, en AVE o en helicóptero. A día de mañana, está por ver?.

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