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oct 2018

Transformar el modelo de producción y consumo

8 de Octubre de 2018. Arturo León e Ismael Sáez

El actual mercado de trabajo, en el que se ha extendido la desigualdad y la precariedad, no es consecuencia de esta crisis, es fruto de un modelo económico que viene recrudeciéndose en Europa desde la crisis del petróleo del siglo pasado. El viraje hacia la financiarización de la economía, el desmantelamiento paulatino del Estado del bienestar, el recorte en derechos y libertades, además del cambio cultural que ha puesto el individualismo como bandera, ha constituido lo que somos.


Una sociedad que prescinde de todo lo que no sea rentable, aunque sean seres humanos, porque no hay escrúpulos cuando permitimos que impere como valor la codicia. Una sociedad que reduce a las personas trabajadoras a instrumentos, que las utiliza como una mercancía más, negando su humanidad. Una sociedad que no tiene en cuenta el trabajo silenciado de las mujeres que, mayoritariamente, se ocupan de las tareas reproductivas y de cuidado. Una sociedad que vive como si el Planeta no tuviera límites naturales.

Hoy, 7 de octubre, conmemoramos la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, una reivindicación que no puede quedarse solo en la lucha por unas mejores condiciones de empleo, que también. Hemos de aprovechar para reflexionar colectivamente hacia dónde queremos transitar. Porque reducir el desempleo, la temporalidad, las horas extra no pagadas, la siniestralidad laboral, la economía sumergida, la devaluación salarial o la desigualdad, pasa necesariamente por transformar el modelo de producción y consumo.

Para caminar en esa dirección, hemos de cambiar la correlación de fuerzas. El sindicalismo tiene que recuperar la capacidad negociadora que le arrebató la reforma laboral del Partido Popular, aumentar las posibilidades de presión ampliando su base afiliativa y poner decididamente en el centro de la acción sindical a los colectivos más vulnerables, haciendo valer la solidaridad que dio razón a su origen.

Pasos vamos dando, movilizándonos para exigir reformas estructurales que posibiliten un trabajo en condiciones decentes; denunciando las situaciones de explotación y, en concreto, a aquellas empresas que se aprovechan de los vacíos legales para precarizar el empleo, como las que operan en la economía de plataforma; organizando a los trabajadores y a las trabajadoras en las empresas para disputar la plusvalía que con su trabajo generan.

También desde la concertación y la presión hemos avanzado en la conquista de derechos, como la obligación de subrogación del personal para aquellas empresas que concierten con las administraciones públicas valencianas; una renta garantizada para la ciudadanía que no percibe ingresos; la universalización de la sanidad, la reversión de servicios públicos o el acuerdo con la patronal para el empleo y la negociación colectiva.

En esa disputa cultural, económica y política, desde CCOO y UGT no nos conformamos con un reparto de las migajas, que simplemente mitigue la pobreza. Abogamos por un desarrollo global sostenible, que limite el crecimiento en aquellas partes del mundo con mayor huella ecológica, y por la redistribución en origen de la riqueza, incluso asumiendo nuestras propias contradicciones.

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