14

abr 2020

El valor de lo colectivo

14 de Abril de 2020. Arturo León

La crisis del COVID 19, además de los devastadores efectos en la salud pública, en la economía y en el empleo, está poniendo al descubierto las debilidades y fortalezas del ser humano en un mundo globalizado, en el que además de los capitales, las mercancías y las personas, virus y bacterias pueden viajar de un lado a otro del planeta en espacios cortos de tiempo, constituyéndose en un amenaza global.


Nada ni nadie es ajeno a esta dura prueba, ni siquiera potencias como EEUU y China se libran del coronavirus. La Unión Europea también tiene una prueba de fuego, necesitamos su respaldo financiero para avalar el endeudamiento a que se van a ver sometidos los Estados miembros como España y un plan de inversiones de enorme magnitud que estimule la economía y el empleo. Necesitamos más Europa y su solidaridad con los países que más están sufriendo sus consecuencias. En juego están el avance del populismo, la posibilidad de iniciar una senda de no retorno del proyecto europeo y la conformación de nuevas alianzas geopolíticas.

En el caso de España, la pandemia sanitaria está haciendo una pormenorizada radiografía de nuestro sistema de convivencia, de las instituciones del Estado y de la sociedad en su conjunto. Un examen de realismo en toda regla. En el País Valenciano, el sindicato está insistiendo en que se deben adoptar las medidas necesarias para situarnos en las mejores condiciones posibles de salida de la crisis. Por delante, retos enormes como el del recrudecimiento de la desigualdad. Un escenario en el que habrá que implementar prestaciones económicas que den cobertura a las necesidades básicas de las personas, incrementadas por la caída del empleo. Esa debe ser una de las prioridades del Consell.

Paralelamente se han de dedicar grandes esfuerzos para recomponer el tejido productivo. Es posible que una vez acabe el estado de alarma se produzca un cierto efecto rebote en la economía por el aumento de la demanda interna, pero tendrá un impacto limitado, porque probablemente durante un tiempo se evitarán las concentraciones de personas y seguirá habiendo restricciones a determinadas actividades productivas o se prestarán «a medio gas».

Será fundamental también replantearse el abastecimiento de suministros sanitarios de carácter básico y, por tanto, reorientar la producción para dar cobertura a estas demandas, evitando así la dependencia exterior. En consecuencia, procesos de renacionalización o relocalización de las empresas cobran un nuevo sentido económico y social.

Otra cuestión será la evolución del modelo productivo, que apueste decididamente por la innovación tecnológica y el respeto al medioambiente, incorporando la investigación y elementos de valor añadido, lo que dependerá del ansiado nuevo sistema de financiación que permita dar cobertura a las competencias autonómicas en un Estado descentralizado.

Pero si algo ha puesto de manifiesto esta crisis global es el valor de lo colectivo frente al individualismo, de la solidaridad frente al egoísmo. La potencialidad de nuestras acciones cuando actuamos desde la unidad, cuando abordamos los problemas desde el nosotros y no desde el yo. En ese sentido cobra una importancia transcendental el sistema de protección social y la gestión pública de sus servicios y prestaciones, porque son el instrumento que ampara las necesidades verdaderamente importantes de las personas. Por ello, salen reforzados el estado de bienestar y los servicios públicos y, por tanto, la necesidad de una fiscalidad que los financie adecuadamente, porque en el caso del Estado, el tamaño importa.
Mención especial merece la sanidad pública, sometida a recortes durante años por aplicación de políticas neoliberales. Sin duda habrá que reforzarla, particularmente en el País Valenciano, donde la apuesta por el modelo concesional ha mercantilizado la salud para beneficio de unos pocos. Habrá que completar la reversión de los departamentos sanitarios que a día de hoy todavía son gestionados por empresas privadas, incrementando sus servicios y plantillas. La defensa colectiva de la sanidad pública y el agradecimiento a sus profesionales es inequívoca, haciéndose oír todas las tardes a las 20 horas desde los balcones y ventanas.

Habrá que replantearse también nuevas reversiones de servicios y la conformación de una red de gestión pública de atención a la dependencia que, en estos tiempos, da muestras claras de sus carencias y la necesidad de ser reforzada junto con los demás servicios sociales como el verdadero cuarto pilar del Estado social.

Las consecuencias posteriores a la crisis sanitaria, así como la profundidad y duración de la crisis económica, estarán en función de las medidas de estímulo económico que se apliquen y, por tanto, son inciertas. Pero no cabe duda de que habrá un antes y un después de esta pandemia, porque nuestra forma de producir, de vivir y de relacionarnos se van a ver afectadas durante mucho tiempo, como mínimo hasta que se disponga de una vacuna eficaz que nos inmunice y proteja del coronavirus.

 

Últimas entradas