16

feb 2012

¿Reformar o arrasar?

16 de Febrero de 2012. Jose Maria Ruiz Olmos

Por José María Ruiz Olmos.


¿Qué modelo productivo crece cuando se precariza el empleo?, ¿qué tipo de empresario mejora sus balances a base de despido libre y gratuito?, ¿qué economía necesita contratación sin derechos para crear, a largo plazo, empleo? Pues bien, éste es el plan que hay detrás de la reforma laboral de Rajoy. No se apuesta por la calidad, por la innovación, por la investigación, por la especialización,... no; se apuesta exclusivamente por el abaratamiento de la inversión laboral. Suprimen derechos que ha costado mucho conseguir, aunque algunos digan que los sindicatos no han hecho nada, conculcan la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Constitución e infinidad de Acuerdos Internacionales, pero nos dicen que es por nuestro bien... Ya vemos qué bien nos espera: precariedad y pobreza. ¿Por qué lo llaman reforma laboral si son recortes sociales?

Guillermo, un notable humorista gráfico de El Jueves, hacía una reflexión interesante sobre esta situación: "no veo a los banqueros organizando huelgas por la reforma financiera". Efectivamente, tampoco hay empresarios planteando cierres patronales. La clase trabajadora está siendo la perjudicada en estas "reformas-recortes". ¿Qué equilibrio hay detrás de una patronal haciendo palmas con las orejas tras el Decretazo de Rajoy y unos sindicatos movilizados?, ¿qué justicia hay detrás de la imposición de un nuevo marco laboral hecho a beneficio de la más cutre patronal?

La Reforma de Rajoy insiste en los errores que nos han traído a la situación de vulnerabilidad del mercado de trabajo en España: abaratamiento del despido, arbitrariedad empresarial, flexibilidad, subvencionar la contratación... herramientas que llevan desde los años 80 del siglo pasado, si no antes, mostrando su inutilidad para generar empleo o actividad económica. Estas medidas no crean riqueza, sólo mal reparten la que hay, la ponen en las exclusivas manos del patrón. Éste por muy mal gestor que sea o, especialmente, si carece de los más mínimos escrúpulos democráticos, tiene garantizadas nuevas vías para enriquecerse: empobrecer a sus empleados.

Sin embargo, hay otras cuestiones que me parecen más sangrantes: se abre la vía al despido libre en la Administración, lo cual supone, de hecho, rebajar, aún más, la calidad de los servicios públicos: enseñanza, sanidad, servicios sociales,... Esta administración nos garantiza menos servicios públicos, de peor calidad pero, eso sí, mucho más caros.

También es gravísimo el atropello a la Negociación Colectiva. Esta Reforma no sólo cuestiona los acuerdos con los sindicatos, es que, sobre todo, desprecia la Negociación Colectiva, esto es, uno de los instrumentos básicos de cualquier sociedad democrática. No es una reforma hecha a beneficio de todos los empresarios, es una reforma a medida del empresariado dictatorial que tanto abunda en nuestra economía.

La diga Agamenón o su porquero, la verdad es la verdad; así como la mentira es la mentira, aunque aparezca en el BOE en el preámbulo de un decretazo que no va a crear empleo, que no va a frenar el aumento del desempleo y, sobre todo, que pone las bases a un modelo productivo basado en las maquilas. Hay mucho porquero y mucho Agamenón mintiendo, incumpliendo promesas electorales (no sólo no subir los impuestos, también no abaratar el despido) y defendiendo con pasión postulados que hasta el 20 de noviembre denostaban.

Este decretazo es otra vuelta de tuerca, otro giro del garrote vil, en la construcción de la sociedad de la barbarie que ya adelantó nuestra insigne Rosa Luxemburgo.

La mentira parece ganar prestigio en una sociedad acostumbrada a la desinformación. A diestro y siniestro siempre hay alguien dispuesto a creerse antes una dulce mentira que una verdad agria que cuestione su comodidad.

Es mentira que esta reforma laboral vaya a crear empleo ni ahora ni nunca; es mentira que los sindicatos lleven siete años callados o que hayan traicionado a la clase trabajadora. Más que argumentos se usan excusas que se convierten en árboles para ocultar el bosque. En un país camino de los seis millones de personas en desempleo, con más de nueve millones y medio de personas pobres, con treinta mil ciudadanos durmiendo en la calle, hay asuntos sobre los que no se debería admitir la más mínima broma.

La verdad más dura es que mientras el gobierno se dedica a legislar al dictado de un infame empresariado ansioso, más que de despedir, de amenazar con el despido para recortar derechos laborales, mientras nos engañan, dejan sin hacer reformas que, realmente, construyan una economía y un desarrollo a largo plazo: liquidez, financiación a PYMES y familias, inversión en educación humanística y formación profesional, en servicios públicos,... políticas para el bienestar común, no para el mejor estar de unos pocos.

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