16

may 2012

El chándal olímpico y nuestra política industrial

16 de Mayo de 2012. Joaquin Gonzalez Muntadas

Por Joaquim González Muntadas, secretario general de la Federación de Textil, Química y Afines de CCOO (FITEQA)


La actualidad nos proporciona un ejemplo valioso de que no hay política industrial útil sin innovación. La noticia sobre el chándal que lucirán nuestros deportistas en los próximos juegos olímpicos de Londres es el ejemplo de que, por segunda vez en ocho años, se ha perdido la oportunidad de aprovechar este estímulo innovador para nuestro sector de la moda.

No hago esta referencia por el hecho de que los uniformes parezcan salidos de un concurso de disfraces. Lo relevante es que el COE no ha encontrado respuesta en la industria de la moda española y nadie, ni Gobierno, ni sector, han intuido lo que un encargo de estas características podría representar para las empresas en la proyección de marca.

Siendo cierto que España no es líder en prendas y marcas deportivas -pero no menos que Rusia- tenemos el gran potencial de primeras firmas internacionales en moda de calzado, perfumería, complementos, piel, confección y género de punto; empresas punteras en textiles técnicos y también algunos buenos centros tecnológicos especializados en textil y calzado. Y, en el caso de los uniformes de las próximas olimpiadas, el potencial de tener buenos y admirados deportistas.

En estos tiempos en que las esperanzas para salir de la crisis están depositadas en el carácter emprendedor, si existiera más voluntad política y menos conformismo empresarial, quizás habríamos detectado oportunidades para reforzar un sector industrial que solo tendrá futuro desde la innovación.

Nos cuesta trabajar en red, promoviendo alianzas y aprovechando sinergias de entornos y proyectos comunes. En este sector marcado por el pequeño tamaño de las empresas, hay que superar hábitos poco cooperativos ante los grandes esfuerzos que se exigen en materia de innovación, diseño, comercialización, promoción, distribución e internacionalización. Hábitos que superen la división de los sectores que hasta ayer han navegado en su propia barca y que hoy, por la crisis pero también por la amplitud de los mares de la globalización, obligan a navegar en un trasatlántico común que construya el conjunto del sector de ?Moda España?, reconocido por su calidad y por su ética de respeto de los derechos del trabajo.

Este sector de nuestra economía está lleno de potencialidades. Ya contó durante unos años con un fuerte diálogo entre patronales y sindicatos, que, con el objetivo de amortiguar los efectos sociales y acompañar la adaptación del sector al mercado global, permitió acordar los Planes de Apoyo con los anteriores gobiernos del PP y del PSOE.

Aprovechemos el debate social -chistes incluidos- que han provocado nuestros chándales olímpicos y el sonrojo de ver cómo otros países no han desaprovechado la ocasión para reforzar su industria. Una industria que en España requiere de esfuerzos e inversiones, también de las Administraciones Públicas, para reactivar la productividad y el empleo estable del que estamos tan necesitados.

Precisamos una nueva cultura industrial que apueste por la cooperación entre los diversos protagonistas que conforma el amplio sector de la moda, aunando los esfuerzos de patronal, sindicatos, gobiernos y de toda la cadena de producción: creación, diseño, fabricación, distribución, promoción, pasarelas y comercialización. Nos urge dar el paso ya consolidado en otros países, que entienden el sector como la integración de todas sus actividades, que van más allá del vestuario, e incluye accesorios, joyería, cuero, calzado, marroquinería, etc. Ya que la moda, además de una realidad económica y tecnológica, es también una manifestación cultural donde se expresan factores psicológicos y sociales, estéticos y simbólicos.

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