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sep 2017

Turismo sostenible como elemento de desarrollo

27 de Septiembre de 2017. Patricia Carrillo Sevilla

Desde hace 37 años se celebra el Día Mundial del Turismo coincidiendo con la aprobación de los Estatutos de la Organización Mundial del Turismo. Para este año, se pone el acento en los Objetivos de Desarrollo Sostenible aprobados por la ONU, ahora hace dos años, en el marco de la Estrategia 2030.


En esta época en la que vivimos, llena de incertidumbres y constantes cambios, el turismo en España goza de una salud excelente en términos macro, en número de personas viajeras, en gasto por turista, en records de ocupación hotelera.

En el País Valenciano, el turismo representa más de un 14% en términos de PIB y 6.008.762 de personas nos visitaron en lo que va de año. La rentabilidad hotelera continúa creciendo y el gasto por turista también. Concretamente, en Benidorm se ha incrementado el número de pernoctaciones y la rentabilidad hotelera que ha crecido un 2% en el pasado mes de agosto.

A pesar de estos datos que justificarían una tranquilidad y estabilidad para toda la sociedad, se han producido diversos movimientos que hacen tambalear esta situación.

El turismo puede estar viviendo una burbuja en la que la sociedad no se siente representada y las trabajadoras y trabajadores del sector tampoco. Esta multitud de datos no se reflejan en la calidad de vida de las personas que formamos parte activa de este territorio.

Las trabajadoras y trabajadores se cansan de recibir golpes: su salario no es acorde al boom, sus contratos son cada vez más cortos e inestables (nada justifica los 2.500.000 de contratos temporales realizados en 2016 en el País Valencià, la gran mayoría en el sector servicios), el abuso en las cargas de trabajo con millones de horas extras no declaradas, la externalización de servicios fragmentando el hotel y machacando a las trabajadoras, especialmente a las camareras de piso. Todo esto no corresponde con ese turismo que genera riqueza a la sociedad que vive de ella.

La modificación de la estructura de muchas ciudades ha convertido que sus centros se conviertan en parques temáticos y no siempre propicien la mejor de las convivencias. Este año se ha acuñado el término «turismofobia» y se le ha atribuido interesadamente a cualquier persona que osaba plantear un hálito de crítica ante una realidad que se está viviendo. Es asunto de todos los agentes participar en la solución de ese conflicto, así que por responsabilidad y peso, las instituciones públicas y las empresas privadas han de aplicarse en este reto, porque se les está yendo de las manos y consideramos que no prevén las consecuencias.

Está abierto el debate sobre la necesidad de imponer una tasa turística, un impuesto finalista que paguen los millones de turistas que visitan nuestros destinos y disfrutan de sus infraestructuras y sus servicios públicos. Esta tasa es necesaria, posiblemente con matices y un debate con todos los agentes del sector, incluidos los sindicatos, pero de lo que no cabe duda es que no corresponde a las patronales hoteleras decidir su aplicación, ni existen datos objetivos que justifiquen la beligerancia en su rechazo. Y más cuando precisamente este año han subido un 10% sus precios, dato no proporcional al aumento de los salarios de sus plantillas. Por lo que si el turismo genera riqueza debe haber un reparto más equitativo.

Y finalmente, se tiene que lograr un turismo sostenible. En el País Valenciano únicamente el 18,40% de su energía proviene de renovables. El consumo de agua disparado con sequías prolongadas y las infraestructuras que tenemos hacen que para llegar a uno de los puntos turísticos más importante de la península, Benidorm, únicamente lo puedas hacer de forma eficiente mediante vehículo, más sin sentidos.

Este señalado día ha de hacernos reflexionar, entre actos institucionales y condecoraciones variopintas, sobre qué papel juega y la importancia que tiene el turismo y no olvidarnos de su cara B.

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