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oct 2019

El más indecente

10 de Octubre de 2019. Mar Vicent

España es el tercer país después de Rumania y Grecia, “campeón” en lo que se llama pobreza laboral, es decir, trabajo con salarios insostenibles y condiciones de esclavitud. No hay más que recordar a la persona que limpia la escalera de nuestro edificio o nos trae la pizza a casa.


Una de cada diez personas que trabajan en España es pobre, da igual las horas que eche en el curro. Contamos con el mayor número de jóvenes angustiados por un futuro incierto, mientras que los períodos en paro se prolongan y predominan los contratos temporales que nadie desea. Es una fotografía claramente indecente que desaparecerá cuando ciertas reformas laborales vayan al cubo de la basura y haya garantías legales que impidan los abusos y la explotación. Algo, que CCOO no ha dejado nunca de reclamar.

Abogar por el trabajo indecente provocaría, sin duda, una reacción espectacular. Es seguro que no cosecharía demasiados aplausos, aunque sinceramente, y visto lo que anda por ahí, hay que presuponer que algunos que sólo escupen odio e ignorancia, igual comprarían el discurso porque la insolencia y el cinismo suelen ir de la mano.

Pero dando por hecho que todavía no nos hemos vuelto locos del todo, hay que pensar que cuando el pasado lunes, todo el mundo, literalmente, clamó por el Trabajo decente es porque existe la convicción general de que el trabajo es un derecho que debe darse en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad humana. Lo que no sucede en general si se piensa en las personas que han fabricado algunas de los productos que usamos a diario, desde la ropa a los móviles.

Por otra parte, acostumbramos a vincular el trabajo al empleo remunerado. Ese que conlleva una retribución aunque sea insuficiente y se reconoce, aunque no siempre, como aportación a la sociedad. Pero hay un trabajo/empleo que aunque supone una aportación imprescindible, no cuenta con ninguna de esas características: el relacionado con el cuidado de las personas. Una faena inacabable porque cualquiera en algún momento de su vida ha necesitado ser primorosamente atendido para sobrevivir. Y, de ir las cosas medianamente bien, volverá a necesitar esa atención al final de su vida

Ese trabajo, desempeñado mayoritariamente por mujeres, es una faena que no tiene precio, no se paga, de hecho, en la mayoría de los casos y cuando se retribuye, se hace muy por debajo de su valor real. Solo en España, la OIT destaca que se emplearon 130 millones de horas diarias en 2018 en la atención a los siete millones de menores de 15 años y tres millones de ancianos. Una cifra que equivale a 16 millones de personas, trabajando ocho horas al día, con alegría y sin cobrar.

Sin embargo, la inversión pública para atender estas necesidades suele ser sacrificada ante otras urgencias, los recortes siempre parecen concentrarse en este ámbito de las necesidades básicas y se mantiene férreamente ese injusto acuerdo social que penaliza a las mujeres

Para CCOO el análisis de situación, de causas y consecuencias es claro y no admite réplica. Tanto como las vías de solución que implican derogar de facto las reformas laborales que lastran el mercado laboral y trabajar por una nueva cultura del trabajo y de los cuidados en la que todas las partes estén implicadas.

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