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ene 2020

Ganar la esperanza

20 de Enero de 2020. Manuel Martínez Solera

El ataque a la sede de Atocha 55 no fue gratuito, fue un atentado directo contra la valentía y la generosidad, un atentado diseñado para acabar con la esperanza. Por ello, es primordial mantener la memoria del esfuerzo colectivo e individual por recuperar la dignidad arrebatada, la libertad secuestrada.


En 1977, parte de este país llamado España, seguía luchando por mantener viva la esperanza de la libertad. Con una democracia lejana aún, la certeza de la legitimidad empujaba a la mayoría social en el empeño de hacer realidad un nuevo proyecto de sociedad libre, igualitaria y democrática.

El 24 de enero de ese año, los que adivinaban el final de sus prebendas y privilegios, entretenían su nostalgia intentando desestabilizar los espacios de libertad que nacían en ámbitos vecinales, obreros, estudiantiles, etc. La estrategia de la tensión, el enfrentamiento y el miedo, junto a un fascismo que campaba a sus anchas, intentaban taponar cualquier intento de normalizar y democratizar la vida de los españoles y de las españolas.

Aquel 24 de enero de 1977 fueron asesinados, por matones vinculados a la ultraderecha y el sindicato vertical, Luis Javier Benavides, Enrique Valdelvira, Javier Sauquillo, Serafín Holgado y Ángel Rodríguez. En este atentado también resultaron heridos Alejandro Ruiz-Huerta, Luis Ramos, Dolores González y Miguel Sarabia.

El ataque a la sede de Atocha 55 no fue gratuito, fue un atentado directo contra la valentía y la generosidad, un atentado diseñado para acabar con la esperanza. Por ello, es primordial mantener la memoria del esfuerzo colectivo e individual por recuperar la dignidad arrebatada, la libertad secuestrada. Los abogados y los trabajadores del despacho de Atocha 55, son y serán siempre un ejemplo, un registro de la memoria colectiva que debe perdurar. Su asesinato supuso un revulsivo, que sin duda marcó un antes y un después en nuestro devenir democrático.

Los asesinatos de Atocha fueron los hechos más graves de la transición en España, y su entierro celebrado el 26 de enero, se convirtió en la manifestación silenciosa más numerosa de la época. Manifestación que colapsó el centro de Madrid. Aquella respuesta firme y serena de la ciudadanía, bajo la consigna del PCE y CCOO, todavía ilegales, tumbó las pretensiones de los asesinos y sus inductores. Querían crear un clima de desestabilización y caos que supusiera una coartada para el ejército, y poner fin a cualquier atisbo de proceso democrático.

No olvidemos que una de las claves del atentado de Atocha 55, fue el Referéndum por la Reforma Política convocado por Adolfo Suárez el 15 de diciembre de 1976, 40 días antes de los asesinatos. De los 17 millones de votos, el NO solo consiguió medio millón de votos de respaldo; habían perdido y lo sabían, de ahí este último intento de cercenar el tránsito a un futuro proceso de apertura política.

El próximo 24 de enero de 2020 se cumplirán 43 años de aquel atentado fascista, y como siempre desde entonces, recordaremos a las victimas y pondremos en valor su entrega y compromiso.

En 2020, la misma nostalgia que en 1977 intenta imponernos su estrategia de tensión y enfrentamiento. También el fascismo campa a sus anchas, y como no, intentaran taponar cualquier intento de normalizar y democratizar nuestra sociedad.

Hoy al igual que en 1977, se trata de mantener viva la esperanza. Hoy como en la transición, han perdido los que pretenden crear un clima de desestabilización y caos.

Vivimos un momento importante y delicado, seguramente la perspectiva que solo da el tiempo pasado, nos hará ver la importancia de lo que estos días transcurre en nuestro panorama político. Hoy tenemos un Gobierno que con sus luces y sus sombras, ha devuelto la ilusión a la mayoría social de este País, y aunque estaremos vigilantes, siento que en este Gobierno siempre habrá “uno de los nuestros” para ganar la esperanza.

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