28

sep 2020

Turismo y desarrollo rural

28 de Septiembre de 2020. Patricia Carrillo

El lejano mes de noviembre pasado se escogió en la Cumbre anual de la Organización Mundial del Turismo un lema que ni en los peores presagios resultaría tan pertinente. Se planteaba, con absoluto desconocimiento de lo que acontecería después, el turismo como un vehículo de integración, empoderamiento y generación de ingresos para las comunidades rurales, los pueblos indígenas y otras muchas poblaciones históricamente marginadas. En España, nadie en su sano juicio presagiaba que los destinos rurales iban a tener el comportamiento obtenido en un verano atípico marcado por desescaladas y cuestionada convivencia social con el virus.


En el plano laboral, estamos asistiendo a representaciones y medidas que van en dirección opuesta a las propuestas que CCOO manifestábamos el pasado 28 de abril. Unos segmentos de negocio, caracterizados por la inestabilidad laboral, aparecen reivindicando flexibilidad y unas medidas de protección social que conllevarían tener una contratación estable. Otros, clamando por mantener el mismo peso en las mismas decisiones políticas. Unos partidos políticos que basan su oposición en la defensa de una clase cada vez más alejada del territorio. Unas entidades locales que aplican las medidas opuestas al interés general y una administración autonómica que hasta ahora no ha podido liderar unos necesarios cambios de modelo y una participación activa para fomentar un verdadero diálogo social tripartito.

El sector y el territorio se han visto golpeados gravemente pero de forma desigual. Sin embargo, no habrá recuperación manteniendo los mismos roles e imágenes. En diversas entrevistas publicadas recientemente, voces muy autorizadas y legitimadas por parte patronal señalaban la conveniencia de adoptar las medidas necesarias para cambiar esa imagen de playas llenas y de competir a base de récords históricos en pernoctaciones. Compartimos todas y cada una de esas reflexiones. La diversificación de la oferta y de la clientela, las medidas de seguridad tendentes a generar confianza y una imagen basada en calidad y servicio resultan ejes centrales para la recuperación. Eso conlleva mayores inversiones, más contratación y mejores condiciones laborales.

Hasta ahora no hemos visto ninguna de ellas. Sobrevuelan por la provincia buitres especuladores que quieren colonizar la posesión de unos edificios hoteleros, la alternativa no puede suponer mayor utilización del suelo para nuevos hoteles. La contratación, consecuencia del cumplimiento mayoritario de los protocolos sanitarios sectoriales, salvo honrosas excepciones, no ha llegado. Es más, detectamos un incremento de la economía sumergida y de las horas no declaradas, de novaciones contractuales de fijos a fijos discontinuos, aún estando regulados los ertes de fuerza mayor para el sector turístico. Las condiciones laborales no han mejorado.

Es el momento de que la administración lidere el Plan Estratégico del Turismo 2020-2025 y se convoque a las partes con compromisos que lo hagan efectivo, así como articular los mecanismos de cumplimiento de la ley de hospitalidad de 2018. Es el momento de abandonar discursos como “el sector no ha pedido nunca nada y lo ha dado todo” o alcaldes que se apresuran a recibir a clientes de otras comunidades por la foto o apuestan por destinar partidas presupuestarias en promoción turística en una carrera sin fin, de dudosa fiscalización y seguimiento.

Desde CCOO consideramos que el debate ha de centrarse en el modelo de turismo en una época de crisis sanitaria, de recursos naturales finitos y siendo golpeados cada vez con más frecuencia por episodios meteorológicos dañinos consecuencia del cambio climático. Las respuestas actuales se alejan de lo que podría considerarse como turismo sostenible en la triple dimensión. Aún no es tarde, no desistamos en el empeño que el turismo sea un sector tractor de prosperidad social basado en un trabajo decente y compatible con los requerimientos ante la emergencia climática.

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