30

sep 2010

Se ataca la huelga

30 de Septiembre de 2010. Empar Pablo i Martínez

Empar Pablo i Martínez secretaria de Comunicació i Política Lingüística


Una se queda atónita cuando, tras la convocatoria de una huelga general largamente demanda desde determinadas tribunas, quienes hasta entonces criticaban a los sindicatos por no hacerla, ahora también los critiquen, por convocarla.

Se ataca la huelga por lo tardío de su convocatoria, justificando esta afirmación en el enorme crecimiento del paro. Los atacantes silencian, o ignoran, que los sindicatos han sido los únicos agentes de este país movilizados ante la grave crisis económica. Los únicos que exigieron un cambio en el modelo productivo y el incremento de los recursos destinados a la protección por desempleo. Los únicos que se han organizado para informar del tamaño de la agresión y defender derechos fundamentales en cada uno de los miles de centros de trabajo que han reducido sus plantillas en estos dos últimos años.

Se ataca la huelga hablando de seguidismo, olvidando cínicamente que las huelgas generales no luchan contra gobiernos en un país democrático, sino contra las políticas que se desarrollan. La huelga general nace en contra de una política social y laboral que recorta de forma brutal los derechos de los trabajadores y trabajadoras, y pone en peligro la calidad y universalidad de los sistemas de protección social.

Se ataca la huelga desacreditando a aquellos que la convocan, los sindicatos. Se olvida, intencionadamente, que los sindicatos responden ante sus afiliadas y afiliados, a través de los representantes de los trabajadores elegidos en cada uno de los centros de trabajo. Están atacando a más de 300.000 trabajadores y trabajadoras, que representan a los aproximadamente 11 millones de asalariados que, por mucho que a otros moleste o asombre, aún tienen derecho a elegir a sus representantes. Son ellos, a través de diferentes formas de participación democrática, los que definen y legitiman la política sindical y, concretamente, ésta huelga.

Se ataca también la convocatoria por el coste económico que puede suponer en plena crisis económica. ¿Acaso no son mayores los costes que ha supuesto a este país un sistema financiero ligado a la especulación inmobiliaria, la elevada precariedad laboral, el altísimo fraude fiscal y laboral? No podemos anteponer el coste económico que supone un día de huelga a la pérdida derechos. Un día es un símbolo, no es comparable a la pérdida económica, de la calidad de vida y trabajo que deberán soportar los trabajadores y trabajadoras de este país, si no se paraliza una política lesiva que facilita aún más el despido, mantiene, y promueve, nuestra altísima temporalidad, recorta los derechos de los parados y debilita la negociación colectiva.

Se ataca la huelga por su inutilidad. No hacer nada es lo que legitimaría este recorte de derechos. Las huelgas se realizan, aquí y en cualquier país del mundo, para conseguir cambios y para luchar por los intereses que nos afectan a todos. Todas las huelgas generales precedentes a esta convocatoria han cambiado las políticas de este país y han conseguido frenar los ataques contra los derechos de los trabajadores. Y ésta también lo hará.

Se ataca la huelga, pero en el fondo se ataca el derecho de toda persona trabajadora a decir NO, a que hoy, en este país, de manera absolutamente injustificada e injusta, se recorten derechos básicos de todos los trabajadores, incluso de los que no se sienten amenazados porque no han desmenuzado aún los pormenores de una reforma que les va a impedir proteger no sólo su empleo, tengan el contrato que tengan, sino las condiciones básicas de trabajo, su salario, su jornada o su salud.

Se ataca a todos los trabajadores, sean temporales o indefinidos, trabajadores de pequeñas empresas o de grupos multinacionales, hombres o mujeres, jóvenes o adultos, inmigrantes o autóctonos, en activo o parados... Y, como trabajadores, no podemos permitirlo. Nos jugamos nuestra dignidad.

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