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ago 2015

Lo que esconden los números del paro

10 de Agosto de 2015. CCOO PV

El autor matiza el optimismo generado por los últimos datos del paro registrado de julio y muestra la realidad de un mercado de trabajo precario, marcado por la estacionalidad y la temporalidad. Un modelo con graves consecuencias sociales.


La reducción del número de personas desempleadas inscritas en los servicios públicos de empleo y el incremento de afiliados y afiliadas a la Seguridad Social, son hechos incuestionables, que, en principio, podrían invitar a una valoración positiva. Ahora bien, aplaudir estos números sin más, como parece ser la intención del Gobierno y sus corifeos, resulta un ejercicio tramposo a la vez que  peligroso.

Lo que se esconde detrás de estos datos son tres elementos que nos deben hacer dudar del modelo de crecimiento por el que el Ejecutivo sigue apostando, y que supone salir de la crisis por la misma puerta por la que entramos. Esos tres elementos son la estacionalidad, la temporalidad y la parcialidad.

Los datos positivos en cuanto a reducción del número de desempleados y desempleadas hay que relacionarlos con el repunte de actividad que se produce durante los meses de verano en el sector de servicios vinculado a la hostelería y restauración. Este tipo de empleo que tiene un carácter profundamente estacional no puede ser considerado como creación de empleo estable, ya que una vez acabe la campaña estival, finalizarán estas contrataciones.

Otro elemento que necesariamente hay que observar es la temporalidad en la contratación. Se sigue usando y abusando del contrato de duración determinada, independientemente de que la necesidad de mano de obra sea de carácter estructural y por tanto indefinida. Se ha convertido en costumbre que un trabajador o trabajadora deba pasar previamente por un calvario de contratos temporales para alcanzar uno indefinido, como si la ley obligase a eso. Mientras más del 90% de los contratos que se firman continúen siendo de carácter temporal, hablar de recuperación y de crecimiento seguirá siendo un engaño que solo servirá para seguir construyendo una economía con pies de barro.

La mayor flexibilidad concedida a la contratación parcial y los escasos mecanismos de control, producto de las últimas reformas laborales, son una invitación clara a este tipo de contratos, con independencia de las jornadas reales que se realicen. ¿Quién no conoce a alguien contratado o contratada a media jornada y que no trabaja menos de 8 ó 9 horas al día? Contratos que ofrecen escasas garantías al trabajador y a la trabajadora (mínima cotización para la futura cobertura por desempleo o la jubilación) y que suponen un agujero negro para la cotizaciones sociales, precisamente cuando se discute, de manera interesada, la viabilidad del sistema contributivo de protección social, incluidas las pensiones. 

Así pues, estos tres elementos, estacionalidad, temporalidad y parcialidad, son los que deberían centrar el debate del modelo de relaciones laborales que estamos construyendo, marcadamente débil y arbitrario. Y mientras lo hacemos, no olvidarnos de que existen más de cinco millones de personas en desempleo, según datos de la Encuesta de Población Activa. Pasar por alto que solo el 55% cobra algún tipo de prestación, mientras que el resto no percibe ningún tipo de ingreso, supone no ser consciente de la situación de extrema gravedad que sigue sufriendo una buena parte de nuestra población. Solo el 36% de las prestaciones son contributivas, el resto son asistenciales.

Demasiadas personas sin trabajo, demasiadas personas sin ingresos. Al mismo tiempo, la convicción de que encontrar un trabajo hoy no es garantía de conseguir un nivel de ingresos que permitan una vida digna. Es necesario impulsar una prestación de ingresos mínimos que permita alejar de la situación de pobreza en la que se encuentran, o se podrían encontrar, cientos de miles de trabajadores y trabajadoras.

O somos capaces de cambiar toda esta lógica o estaremos construyendo un mercado de trabajo precario, subsidiario de otros de la UE. Y un mercado de trabajo precarizado es incapaz de mantener una sociedad avanzada, con derechos, libertades y unos niveles de bienestar y protección social propios del primer mundo. Y esto solo se puede conseguir a través de una decidida apuesta por cambiar el modelo productivo y por revertir las últimas reformas laborales.

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