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sep 2019

Lo que mata no es el calor, es la falta de prevención

2 de Septiembre de 2019. Daniel Patiño

Lrevista porExperiencia publica el artículo del secretario de Salud Laboral de CCOO PV a raiz de los accidentes laborales mortales relacionados con las altas temperaturas registrados en agosto en el País Valencià.


El verano de 2019 será recordado por cuestiones muy dispares, lentamente atendidas por la inacción generalizada de los poderes públicos, pero en lo laboral, en el País Valenciano, lo recordaremos porque en menos de siete días, en pleno mes de agosto, murieron dos trabajadores en accidentes de trabajo vinculados a las altas temperaturas: El primero en Mutxamiel (Alicante) en una empresas de sector agroalimentario, el segundo en Onda, en una subcontrata de una empresa azulejera. En el fallecimiento de Mutxamiel, CCOO ha denunciado ante la Inspección de Trabajo y dispone de toda la información, en el caso de Onda la Inspección de Trabajo está actuando de oficio y estamos a la espera de obtener más información. Sin embargo, ambos casos permiten hacer una primera reflexión: estamos cosechando los frutos envenenados de la desinversión preventiva por parte de las empresas, y de una reforma laboral que disparó los contratos de menos de una semana, lo que impide la formación adecuada de las personas en condiciones de seguridad mínima exigible.

El comité de Empresa de Bonnysa, la empresa donde falleció el joven trabajador eventual de Mutxamiel, ha exigido, entre otras cuestiones que tienen que ver con la climatización del lugar de trabajo, que a los trabajadores eventuales se les proporcione, como a los fijos, un delantal de tela y no uno de papel, que incrementa la sensación de calor. Puede que esto no sea lo más relevante de este doloroso caso, pero esta denuncia pone de manifiesto que como sociedad estamos aceptando lo inaceptable: ¿Cómo es posible que se asuma que a un trabajador que acaba de empezar en la empresa con un contrato temporal le den un delantal de papel y tenga unos vestuarios diferentes a la persona con contrato indefinido? La clave es que se acepta todo, cueste lo que cueste, porque se asume que hay que resistir en el puesto de trabajo. Se asume también que la producción es lo que importa y ha de salir adelante sea como sea. Y en esta tormenta perfecta se cuela el entorno; y éste no es otro que el incremento generalizado de las temperaturas. Solamente desde una óptica mercantilista se puede entender las muertes en el trabajo derivadas de estrés térmico. Lo que mata no es el calor, es un un estilo empresarial sin complejos que no entiende que el trabajo no es una mercancía y que acepta poner en riesgo la vida de los trabajadores y trabajadoras, incumpliendo sus obligaciones en el terreno de la prevención de riesgos.

Las normas son suficientes para evitar este tipo de sucesos en un país que se autodenomina avanzado, sin embargo, la identificación con la norma es nula. Algo parecido se produce con los convenios colectivos que se atreven a abordar mejoras a la norma, el cumplimiento es muy mejorable. La democracia y la participación una vez más llegan hasta la puerta de la empresa. Si no eran suficientes las condiciones contractuales y la precarización generalizada acaecida, fundamentalmente, en la última década, afrontamos el reto de hacer valer una norma con casi un cuarto de siglo que prevé una relación trabajador-empresa mucho más democrática y participativa que la que existe en la actualidad. Sólo desde el compromiso de lo colectivo estaremos en disposición de revertir una situación tan desequilibrada. Las olas de calor cada vez más frecuentes unidas al tobogán metereológico al que estamos expuestos provoca la reacción inmediata de los agentes que intervenimos en las relaciones laborales de una u otra forma. O actuamos o nos pondrán en un sitio nada deseable. Lo que tenemos entre manos posee la suficiente enjundia para que volquemos todas nuestras habilidades y estrategias territoriales y tecnológicas para mitigar sus efectos en todas las vertientes, desde el impacto en la salud hasta la pervivencia de determinados sectores.

Hemos de atender, en primer lugar, la precariedad laboral, porque resulta innegable que tiene efectos en la salud y, como hemos visto en el suceso de Mutxamel (Alicante), mata. En segundo lugar, la protección colectiva basada en unas normas participadas y consensuadas mediante los convenios colectivos. Inaceptable no abordar aspectos como los que vienen reclamando CCOO en sectores como la construcción desde hace lustros. En tercer lugar, la continua vigilancia y control de los procesos, desde la evaluación de riesgos hasta la anticipación a los posibles escenarios. No es de recibo la prueba documental como dogma de fe, cuando ésta no está implantada. Por último, hemos de exigir el papel activo de los poderes públicos tanto en el proceso normativo como en su rol de órgano de contratación. La externalización de la actividad no puede conllevar la externalización de la responsabilidad ante los riesgos de quien crea actividad, una situación que nos hemos encontrado en Onda, con la muerte de un trabajador de una subcontrata. Conformarse ante estos escenarios nunca ha sido opción por lo que el esfuerzo compartido de instituciones del trabajo y económicas se antoja imprescindible.

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