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jul 2017

¿Peligran las pensiones?

4 de Julio de 2017. Jose María Rubio Gallo

Me había propuesto comenzar invocando los artículos 41 y 50 de la Constitución Española y el 110 de la Ley General de la Seguridad Social. Pero ante el manifiesto desprecio de los señores Rajoy y Montoro y por ende, del Grupo Popular a la sentencia del Tribunal Constitucional, dictada acerca de la amnistía fiscal, me parece totalmente inútil. Al parecer, para unos asuntos, la Constitución es intocable, sacrosanta y para otros “pelillos a la mar” y “juicios de valor”. De la LGSS para qué hablar; hoy de una manera y mañana de otra. Cuestiones de aritmética parlamentaria.


Entonces, ¿no se puede hacer nada?, ¿tendremos que soportar estoicamente que nuestras pensiones vayan mermando cada año, hasta que queden reducidas a una percepción residual? El discurso contra las pensiones va calando de tanto repetirse y el desastre se va anunciando, pero nada se hace para evitarlo. ¿No será que el objetivo es acabar con el modelo?

Poco a poco se van conformando dos discursos que son igualmente peligrosos. Por un lado, hay una parte importante de la población (los ya jubilados y de edad avanzada) que piensan “a mí para lo que me queda, no creo que me vaya a afectar mucho” mientras otros, jóvenes y que todavía pugnan por hacerse un hueco en el mundo laboral que pueden decir “el sistema no me cubrirá cuando oportunamente me llegue la hora”. Ambos discursos son igual de insidiosos, porque son igual de desmovilizadores. Eso buscan los mercaderes. La desmovilización; la resignación; la aceptación de algo que nos presentan como inevitable y que, encogiéndonos de hombros, utilicemos esa fatídica muletilla, tan extendida, del “es lo que hay”.

Lo primero que hemos de hacer es desmontar las argumentaciones que avalan su discurso, desenmascarándolos y que queden al desnudo sus últimas intenciones, que no son otras que la de dejar bajo mínimos el sistema público de pensiones, del que históricamente nos habíamos dotado. Un sistema basado en la solidaridad intergeneracional. Un sistema basado en el reparto para pasar a un sistema de capitalización.

Nada nuevo, el viejo liberalismo convertido en neo-liberalismo o ultra-liberalismo, hacen realidad la clásica máxima de “de todo lo susceptible de hacer negocio, hay que hacer negocio”. Así, con la Sanidad, la Enseñanza y claro, el sistema de Pensiones, apetecible golosina para el capital especulativo, para los bancos que conseguirán pingües beneficios, sin incidir de manera decidida en el capítulo de Ingresos. La precariedad laboral, los bajos salarios, las jornadas parciales aunque en realidad sean trabajos a jornada completa; los incentivos a la contratación con exenciones de cuotas de la S.S.; las tarifas planas; los topes en cotizaciones, merman de manera decisiva el capitulo de ingresos y claro, luego se mesan los cabellos con el capítulo de gastos.

Debería de dejar de usarse la caja de las pensiones para pagar lo que no corresponde como se ha venido haciendo desde hace, ¿cuánto tiempo? Me gustaría que alguien valorara y nos dijera cuánto dinero se ha gastado de las pensiones en cuestiones ajenas a las propias pensiones.

Convendría recordar que mientras España emplea el 10% del PIB en pensiones, la media de los países de la UE es del 12% del PIB.

Podemos concluir con que el derecho constitucional a una pensión pública digna, ni está en quiebra ni peligra. No hay razones para que nos alarmen excesivamente, pero sí para que nos interesemos y estemos atentos.

Recientemente el señor Montoro fue claro y muy gráfico (cosa que hay que agradecer) y nos dijo que se guardaba algunas zanahorias. Obviamente, se refería a un próximo proceso electoral al que concurrirían con alguna “propuesta cebo”. Ahí tenemos que estar atentos. Si mordemos el cebo, cual incautos conejos, a continuación nos comerán al ajillo, o con tomate o de cualquier otro modo, como anuncian en la campaña televisiva. Las pensiones no están en peligro. Los que estamos en peligro somos las personas pensionistas.

No estamos ante un problema económico, estamos ante un problema político. No nos podemos resignar.

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