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nov 2021

Por la mujer comenzó el pecado

29 de Noviembre de 2021. Arancha Luque Peinado

Las múltiples y poliédricas violencias contra las mujeres están rodeadas de prejuicios que nos condenan de antemano a las mujeres y justifican a los hombres violentos. De todas ellas, la mayor acusación que hace el patriarcado a las mujeres es en torno a la violación y a las violencias sexuales.


Nos hacen culpables por el mero hecho de no ser hombres. En un pasaje eclesiástico queda claro: “Por la mujer comenzó el pecado, por culpa de ella morimos todos”. Eva mordió la manzana y condenó a la humanidad.

Lolita, adolescente seductora y provocativa, corrompe al profesor (pedófilo) Humbert.

Más tarde, Yoko Ono tentó a Lennon y la banda se disolvió. Una vez más, la culpa de Ella.

Las múltiples y poliédricas violencias contra las mujeres están rodeadas de prejuicios que nos condenan de antemano a las mujeres y justifican a los hombres violentos. De todas ellas, la mayor acusación que hace el patriarcado a las mujeres es en torno a la violación y a las violencias sexuales.

Entre enero y septiembre se denunciaron en España 1.601 violaciones, una cada cuatro horas, escalofriante. Me pregunto ¿cómo es posible que en esta sociedad legal y formalmente igualitaria se produzcan estas violencias? La respuesta no se hace esperar. Vivimos en un espejismo de igualdad. El patriarcado está muy vivo, a fuerza de naturalizarse hemos dejado de verlo, se ha invisibilizado. No cabe duda, no nacemos odiando; si no educamos en igualdad, lo hacemos en desigualdad. La violación no aparece como acto aislado de un hombre enfermo, loco, es un instrumento de control patriarcal, particular confinamiento para las mujeres. Violencia y sexualidad se unen en contra nuestra y a favor de los intereses del hombre.Soportamos un doble castigo, nuestro sistema judicial revictimiza a las violentadas sexualmente y lo hace con preguntas del tipo: “¿se resistió?”. Este mismo sistema, con complicidad social y mediática, establece cuál es el tiempo adecuado para superar el trauma. Tenemos ejemplos sobrantes en los que se cuestiona a quienes han sido violadas por recuperar la normalidad de sus vidas “demasiado rápido”. No solo quieren decirnos cómo debemos comportarnos, también nos dictan las “reglas del sentir”.

Las mujeres, sujeto pasado, presente y futuro del feminismo, exigimos a los poderes públicos visibilizar lo escondido y llevarlo al centro del debate político y social; nombrar “lo que no tiene nombre”, conceptualizar.

Pueden seguir negando la violencia de género, nosotras seguiremos proclamando que es una falacia viril con pretensión de ignorarla y legitimarla.

Recordemos que el ODS 5 es lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas. Para conseguir dicho objetivo, y acabar con la violencia contra las mujeres, tenemos que educar a niños que cuiden y a niñas que sueñen por todo lo alto, sin brechas. Es urgente la educación afectivo sexual en todos los centros educativos, no trabajar en ello, como prioridad política, es misoginia institucional en la que vivimos. La violencia no es un castigo divino, es el síntoma de las relaciones de poder desiguales entre hombres y mujeres, es la consecuencia del sistema sexo-género que ha hecho de las diferencias biológicas desigualdades estructurales.

Lo personal sigue siendo político y en palabras de Amelia Valcárcel «Nada nos han regalado y nada les debemos. [...] Ya que hemos llegado a divisar primero, y a pisar después, la piel de la libertad, no nos vamos.»

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